Una vez terminada la tregua de los diez años, que musulmanes y cristianos firmaran después de la batalla de Alarcos, el Rey Alfonso VIII no podía movilizar sus fuerzas para atacar a los almohades porque no se fiaba de los reyes de León ni de Navarra, que atacarían sus fronteras en cuanto quedaran desprotegidas.
Por esta razón acudió al papa Inocencio III quien declaró como cruzada la guerra contra los almohades. La bula papal obligó a los reyes cristianos a aplazar sus discordias personales a favor de la causa común.
El ejército se compuso al final por cruzados de Castilla, Aragón y en menor medida de Navarra, apoyados por tropas de las órdenes militares de El Temple, Calatrava, Santiago y Hospitalarios, también se sumaron tropas portuguesas sin su rey y algunos caballeros leoneses. El gran ausente fue el Rey Alfonso de León, quien por estar enemistado con Castilla no acudió y si se dedicó a asediar varios castillos fronterizos.
Por su parte los almohades también hacían sus movimientos ya que desde el año 1211 el hijo del califa muerto en Alarcos, el Miramamolín Muhamamad an-Nasir, llegó a la Península desde Marraquech al frente de un descomunal ejército de unos cien mil hombres, dispuesto a vencer a los cristianos definitivamente y avanzar hasta las mismas orillas del Tíber en Roma.
El 19 de junio salieron de Toledo las huestes cristianas. En su camino tomaron las plazas musulmanas de Malagón, Calatrava, Alarcos y Caracuel. Aquí se les unió el ejército de Sancho de Navarra, con sólo 200 caballeros. Tras una escaramuza en el Puerto del Muradal, el choque definitivo se producirá junto al lugar llamado Mesa del Rey. Será la batalla de las Navas de Tolosa.
La batalla.
El ejército cristiano, unos 12.000 hombres divididos en tres cuerpos acamparon en un cerro llamado Mesa del Rey. El rey de Aragón mandaba en el ala izquierda, en el centro de la formación el castellano Alfonso VIII y en el ala derecha el navarro Sancho VII, reforzados por tropas de varios concejos castellanos. Cada cuerpo estaba dividido a su vez en tres líneas ordenadas en profundidad. La vanguardia del cuerpo central se constituiría en el eje de la lucha, fue comandado por el alferes real de Castilla, el veterano Diego López de Haro. En segunda línea se ordenaban los caballeros de las órdenes militares del temple, hospitalarios, Ucles y Calatrava. En la retaguardia el cuerpo de reserva compuestos por los reyes, con Alfonso VIII en el centro y los obispos de Toledo y Narbona acompañándolo junto a otra media docena de prelados castellanos y aragoneses.
Producto del aprendizaje de Alfonso VIII de su derrota en Alarcos, se evitó el enfrentamiento hasta que la tropa descansara y se le dio al Cuerpo de Reserva la misión de estorbar las maniobras envolventes de los musulmanes. También ordenó anteponer arqueros a las líneas de la caballería para impedir la aproximación de las tropas ligeras enemigas que hostigaban a los caballeros evitando la “tornafuye” de los almohades (Batalla de Alarcos).
Por su parte, los musulmanes, unos cien mil combatientes, instalaron su campamento en el Cerro de las Viñas. El ejército se dispuso en cuatro líneas. La primera la infantería ligera marroquí al frente y la caballería ligera en los flancos. Detrás se situó la línea de voluntarios de todo el imperio, dispuestos a morir en la batalla para ganarse el paraíso. En tercera fila la caballería pesada almohade, pesadilla de los ejércitos cristianos, en la zaga musulmana guardando el campamento del Califa y compuesto por un contingentes de 10.000 arqueros turcos a caballo conocidos como “agzaz”. En la cima del cerro estaba plantada la gran tienda roja de an-Nasir, como emblema de su poder, rodeada por u palenque o fortificación de campaña improvisada y que servía para frenar las cargas de la caballería pesada. Este palenque estaba defendido por piqueros, arqueros y honderos muchos de ellos atados por los muslos o enterrados hasta las rodillas a voluntad para evitar la tentación de huir aún viéndose perdidos. Eran conocidos como los “imesebelen o desposados”, que juraban sacrificar sus vidas en defensa del islam. Esta guardia personal, conocida como la guardia negra, protegía la tienda del sultán y formaban la cuarta línea en la retaguardia.
ARMAS: los cristianos disponían de lanza, espada, cuchillo, maza, hacha, alabarda, arco y hondas. Como defensa estaban equipados con escudos, cotas de mallas y yelmos. A diferencia de los musulmanes los cristianos implementaron un primitivo sistema de señales a modo de comunicación durante la batalla.
Por su parte los musulmanes tenían las mismas armas con una gran reserva de flechas, como defensa los soldados almohades estaban equipados solo con un escudo.
DESARROLLO:
El avance cristiano comenzó al amanecer del 16 de julio de 1221. La vanguardia Cristiana (López de Aro) bajó de la Mesa del Rey y atravesó el llano de las Américas a paso de carga.
La primera línea cristiana chocó con la defensa musulmana que se cerraron sobre ella causándole muchas bajas, luego acudió la segunda línea cristiana. Ante las sucesivas oleadas, las avanzadas musulmanas se dispersaron, abriéndole el paso a los cristianos, que pudieron dirigirse hacia los altozanos contiguos donde se encontraban los voluntarios. La resistencia fue brutal, pero los atacantes cristianos pudieron abrirse paso sin dificultad y arremetieron contra el grueso ejército almohade que los esperaba en el alto del cerro y los contuvo al punto de iniciar el contraataque cerro abajo. Don Diego y la caballería profesional resistían pero la tropa regular, más inexperta era blanco fácil para los arqueros y honderos de la guardia negra.
Los musulmanes cometieron un error táctico, al ver ceder e incluso retirarse a los cristianos rompieron la formación para perseguirlos.
Alfonso VIII, viendo la gravedad de la situación, envió la reserva en una carga decisiva a la que se sumaron los tres reyes junto con sus tropas. Cuentan las crónicas que, los cristianos al ver como los reyes acudían a su ayuda, se llenaron de valor y cobraron nuevos bríos que influyeron decisivamente en la batalla. Sin embargo los almohades ya habían abierto una brecha central por donde los reyes junto con las mejores fuerzas cristianas lograron colarse en la empalizada del palenque. Se dice que fueron los doscientos caballeros navarros, encabezados por el rey sancho quienes penetraron la última línea defensiva para dirigirse directamente hacia an-Nasir. Dicen que las cadenas rotas del escudo de navarra de deben a la espada del rey sancho al romper las cadenas con las que se ataban los imesebelen en la empalizada.
Sea como fuere, lo cierto es que los imesebelen fieles a su promesa, sucumbieron en sus puestos , la batalla en la colina fue terrible la cantidad de muertos fue tal que después de la batalla los caballos casi no podía circular por ella de la cantidad de cadáveres apilados.
Por su parte al-nasir, según la versión musulmana, permaneció vestido de verde sentado sobre su escudo delante de su tienda con el Corán en una mano y la cimitarra en la otra vio morir a su alrededor a más de diez mil hombres de los que formaban su guardia, entonces al verse perdido, un árabe descabalgando de su yegua se dirigió a él y se la entregó para que huyera. Los alhoades que pudieron huyeron en desbandada y fueron perseguidos y ejecutados por la caballería cristiana. Alfonso VIII dio la orden de no hacer prisioneros según las fuentes musulmanas con esta frase: “Matad y no haced prisioneros, el que traiga un prisionero será muerto con él.
Esta batalla marca el inicio del declive del poder almohade en la Península, obligándolos a retroceder y mantener el control solo de Andalucía por un tiempo más, la frontera castellana se consolidó en la Sierra Morena facilitando las conquistas en el siglo XIII.